Opinión: ¡Por mis hijos ma-to!
16 de junio de 2011
En los últimos años, los juzgados de España están recibiendo un mayor número de denuncias debido a conflictos en las aulas. Las peleas de fin de clase entre alumnos han quedado relegados a un segundo plano. Ahora los problemas se centran en el profesor, quien se ha convertido en la víctima de padres y estudiantes.
En esta última década no sólo ha aumentado drásticamente el conflicto entre el docente y los progenitores sino que, además, esta figura está siendo vapuleada por los propios escolares. La magnitud de este problema es tal que en la Comunidad Autónoma de Madrid se ha llegado a crear el servicio del Defensor del Profesor, un sistema que da asesoramiento a todos aquellos docentes que sufren las agresiones verbales y físicas de la comunidad educativa.
El pasado 1 de junio, el diario digital Teldeactualidad se hacía eco de un comunicado firmado por el AMPA de un instituto grancanario. En dicho escrito los padres se quejaban abiertamente de la actitud de una profesora, a la que acusan de gritar e insultar a sus alumnos. Lo curioso es que en ningún momento se hace mención a que se haya contrastado los hechos con la docente. Vemos que no se pone en tela de juicio la versión de unos niños de 13 años, aunque se haya movilizado un gran número de compañeros a favor de la trabajadora.
Atrás quedaron los años en los que al profesor se le miraba con admiración, respeto e, incluso, hasta miedo. Hoy es considerado un ‘pelele’ cuyo deber es cuidar al niño por las mañanas y que tiene ‘el chollo’ de su vida al disfrutar de 3 meses de vacaciones.
Pero, ¿cómo se ha ido perdiendo el respeto hacia el profesor? ¿Por qué el maestro ha dejado de ser una figura relevante para los progenitores? Creo que todo ha llegado con la democracia y no me malinterpreten, en ningún momento diré que el sistema democrático es perjudicial, pero sí que no hemos sabido adaptarnos a él. Se ha pasado de un sistema totalitario a otro completamente libertino. Se ha intentado conseguir todos aquellos derechos que no se disfrutaron en el franquismo y hemos olvidado nuestros deberes.
El maestro debe cuidarse de no tener una palabra más alta que la otra con uno de sus alumnos, no puede dar un golpe en la mesa, no puede coger a nadie del brazo. No hablo de pegar; mucho menos de maltrato, sino de tomar a alguien o de llamar la atención. Los padres ven esto como una aberración. No se puede hacer llorar a los niños. Se ha pasado de "la letra con sangre entra" a "usted le tiene manía a mi hijo". Hemos de encontrar el punto medio, pero los políticos no tienen valor para establecer las normas que corrijan esta mentalidad.
En las aulas de España los alumnos hacen lo que quieren con sus maestros. Insultos, burlas y pasotismo apollado por sus papás favorecen las bajas por depresión de los funcionarios. Hasta que los políticos no dejen de temer la comparación errónea con un sistema "franquista" y los padres no desistan de su actitud "Belenestebenezca" según la cual "su hijo es el mejor, el más bueno y el que todo lo merece", no podemos esperar un cambio en las aulas. Por ello, es importantísimo apostar por una buena educación de padres, trabajar con ellos e implicarlos en todas aquellas actividades escolares que sea posible, para que no vean la escuela como un parque infantil, sino como lo que realmente es: el centro educativo en el que sus hijos se van a formar intelectualmente y en el que establecen relaciones con otras personas. Han de tener claro que el papel del profesor no es cuidar y que la base de la educación, como es lógico, se obtiene en casa.
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1 comentarios:
En primer lugar me gustaría darte las gracias por colaborar en Vocales de Colores. En segundo lugar, quiero decir que lo relatas en tu artículo es una realidad que se palpa en casi todos los centros escolares de Canarias y del resto de España. No puedo estar más de acuerdo en que la base de la educación debe partir desde la familia. No obstante, tendríamos que diferenciar aquellos casos en los que los padres se enfrentan a los maestros sin tener una causa justificada, de aquellos casos en los que, efectivamente, sí existan actitudes negativas de los docentes hacia los alumnos. En toda realidad, siempre hay dos o más caras y es conveniente analizarlas desde todos los puntos.
Me gustaría terminar afirmando que, desde mi posición y opinión, los casos de alumnos y padres que injustificadamente se toman la ley por su mano de manera desproporcionada, es uno de los mayores problemas que registran los maestros durante el ejercicio de su labor profesional.
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