Opinión: Bolonia, My Dear Friend…
8 de agosto de 2010
Ya queda menos para la esperada cita con Bolonia. En septiembre las universidades se van a modernizar con la llegada de los tan comentados GRADOS. A simple vista la idea parecía buena: un proyecto europeo de educación superior común para todos los países. Esto facilitaría movernos por cualquier país sujeto al Plan Bolonia con la garantía de que nuestros estudios tendrán total validez allí donde vayamos. Un gran proyecto que, después de sus primeros pasos, empezó a generar comentarios y críticas. En algunos casos, también provocó movimientos estudiantiles en distintas universidades españolas y, del mismo modo, supongo que en el resto de Europa sucederían cosas parecidas.
Para empezar, podemos decir que los planes de las carreras cambian, y mucho. En el caso de las diplomaturas desaparecen como tal y ganan un año, es decir, de tres años pasan a durar cuatro. La pregunta es inevitable: si antes bastaba con tres años, ¿por qué ahora se necesitan cuatro? Continuemos con las licenciaturas, estas titulaciones no pierden ninguno de sus años, es decir, siguen establecidas en cuatro cursos. Entonces, ¿por qué adaptarlas? Esto implica que el gasto por alumno sea mayor, ya que prolongar las titulaciones un año más supone mayor número de créditos y, por tanto, una matrícula más elevada.
Además, muchas carreras perderán su nivel de especialización y, para diferenciarse del resto de graduados, se verán casi obligados a realizar un máster, eso sí, oficial. Asimismo, los antiguos universitarios pueden optar por convertirse en graduados realizando un curso que les dota del título de Graduado, siempre y cuando pagues, nuevamente, las tasas de expedición del nuevo título.
Yo no estoy en contra de la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), pero tampoco estoy a favor del Plan Bolonia por completo. Con esta ambición “global”, surge la necesidad de impartir un número de asignaturas completamente en inglés como idioma de unión entre todos los universitarios europeos. Como siempre, esto genera un problema: ¿los actuales profesores de nuestras universidades están capacitados para impartir sus clases en inglés? En la facultad en la que yo cursé la diplomatura en Magisterio Educación Infantil, creo que no y, de las conversaciones con mis amigos, deduzco que muchas facultades o escuelas universitarias están en la misma situación.
Como hemos dicho, este plan está ideado para que cualquier persona pueda ejercer con las máximas garantías en todos los países “emboloniados”. Pero la realidad es: ¿cuántas personas necesitarán o querrán dejar su país para irse a ejercer su carrera profesión en otro país? La verdad es que muy pocos. Por tanto, ¿por qué se debe reestructurar todos los planes para adaptarlos al EEES de esta manera tan radical?
A mí me surgen muchas dudas, pero no quiero seguir rizando el rizo, porque ya viene bastante rizado desde Europa. Solo queda esperar hasta el próximo mes para conocer si Bolonia se instala y prospera adecuadamente, o por el contrario se instalará, generará nuevos problemas, inquietudes y, en algunos casos, disgustos. Ahora que se preparen no solo los alumnos, sino también los profesores porque gran parte del cambio lo tendrán que asumir ellos.
De momento yo no me veré directamente implicado en este nuevo proceso, pero tarde o temprano tendré que respirar profundo, tragar salida y decir: Bolonia, My Dear Friend…
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